CUADERNO DE CAMPO - Nota n. 1 09/07/2024:
"Sobre el comportamiento de la luz en el templo de la Veracruz"
El 31 de mayo del año 2024, a 20 días del solsticio de verano, se celebró en el templo de la Veracruz de O Carballiño un evento articulado a partir de tres propuestas complementarias. El conjunto de las actividades fue desarrollado, simultáneamente, como un ejercicio de investigación en el espacio arquitectónico y como uno de los primeros actos inaugurales del proyecto Atlas Palacios 2024-2026. Tras una charla informativa sobre el planteamiento general del proyecto, dio inicio el despliegue de una instalación audiovisual efímera y de un concierto en directo de la Coral Polifónica del Casino de O Carballiño. La función de la música no era la de servir como simple acompañamiento a la instalación sino la de establecer una pauta temporal (también espacial) que condicionase el seguimiento y las posibles lecturas en la articulación de la misma.
El evento dio inicio a las 21:00h. Tras los 45 minutos que ocupó la charla de presentación, el paulatino oscurecimiento del templo (se dispuso que su interior, durante la actividad, fuese iluminado únicamente por luz natural) permitió al público asistente observar no solo un incremento gradual en la percepción de las imágenes que daban forma a la instalación, sino también el modo en que la luz se desplazaba en el interior del templo al atardecer. La claridad diurna fue abandonando el interior del edificio mientras dibujaba en las superficies pétreas una secuencia de destellos, en lento barrido; una coreografía de luces puntuales. El extremo final de ese movimiento terminó concentrándose en cuatro de los vanos que esta iglesia presenta en su ábside. Estas cuatro vidrieras rectangulares, en esos instantes, se comportaban como embudo absorbente de la luz, como un vértice de fuga o auténtico «tragaluz» final en su recorrido.
Un corazón de luz en su interior.
La orientación que presenta el templo, dispuesto su eje principal en dirección Noroeste, permite que el desplazamiento del sol, en su puesta, distribuya de una manera tan acertada el movimiento de la luz en torno a la zona del ábside en el edificio: dada la simbología «cenital» que acompaña a la zona de su cabecera en cualquier edificio religioso, existe en este punto y en este momento una convergencia ideal. Tanto a nivel formal como conceptual, en esta obra de Antonio Palacios (y durante ese instante concreto del atardecer, al comienzo de la época estival) la luz clausura el día en el interior del templo como un último hálito de vida que abandona el espacio arquitectónico a través de su «cabeza», de su cumbre (en cuanto al plano horizontal de su diseño).
Esta interpretación determinó, en buena medida, la ubicación de los cuatro apéndices que conformaban la instalación audiovisual: una proyección principal, realizada sobre una pantalla cinematográfica elevada frente al altar mayor; dos proyecciones laterales, sobre amplias banderolas rectangulares (de gasa), que flanqueaban a la proyección principal y una última proyección sobre la cúpula que corona el ábside. También el horario y calendario del evento formaban parte, igualmente, de las «herramientas» que terminaron por estructurar la propuesta de instalación en el tempo de la Veracruz.
Imagen 1: dibujo de la planta de la Veracruz realizada por Antonio Palacios en tinta aguada y acuarela sobre copia heliográfica (archivo familia Otero).
Imagen 2: distribución espacial de los cuatro focos de proyección de la instalación audiovisual.
Imagen 3: vista aérea del templo en el que se señala su orientación en dirección NO.
En base a la interpretación propuesta, a propósito del modo en que la luz del edificio se repliega en su interior al atardecer, el papel que parece desempeñar la zona del baldaquino en su centro equivaldría al de un inmenso diafragma, o hasta el de un corazón, labrado en piedra. El arco de los apóstoles, que separa a ese espacio central del templo de la nave que conduce al coro, sería a su vez el umbral que delimita el principal radio de acción del corazón lumínico en el centro del edificio. Una centrifugadora de luz que temporiza y espacia, en el interior, la luz del día. A su vez, ya en el transito en donde se enfila la parte más «abdominal» de la estructura arquitectónica (el acceso a la entrada porticada que se encuentra bajo la torre en su base), entre el monumental arco parabólico coronado de hornacinas con figuras apostólicas y el coro alto, la luz es un ser distinto; un apéndice más silencioso, secundario, de la coreografía lumínica central.
En algunas de las primeras imágenes que se conservan del templo, como aquellas que documentan su construcción y que se encuentran en los archivos de la familia Otero, estas metáforas que observan desplazamientos orgánicos en la estructura arquitectónica del edificio, cuando ésta se ve animada por el riego y la circulación de la luz, resultan más evidentes.